- ¡Come Pepe, come,
anda, mete el maíz en el buche!
Gritaba mi abuela
Luisa a un bicho desplumado, con una cabeza desproporcionada, un cuello largo y
patas abiertas como si tuviera poliomielitis.
Era un pichón de
perico que mi hermano había encontrado en su nido a la orilla del rio Guaso.
Abuela le embutía con
sus propios labios maíz molido y sorbos de agua que el ave sorbía o picoteaba
lentamente.
Así se crían las cotorras o periquitos cuando están en
su etapa de pichones. Feos y con solo
una fina piel blanca cubierta de poco plumón, parecia una criatura de otro
planeta.
Luego abuela lo
encerraba en una jaula de alambres cerca de las brasas de la cocina y lo envolvía
en un paño para que pensara era su madre que lo
acurrucaba.
No sé por qué todos
los pericos o cotorritas les llaman Pepe, es que son descendiente del mismo
género- pensaba yo.
El periquito fue
creciendo gracias al maíz molido que le proporcionaba abuela y más tarde
pedacitos de frutas que desbarataba en su pico con sus propias manos.
Los domingos íbamos a
ver a Abuela y a bañarnos en el rio Guaso.
-Abuela, ¿Cómo está
Pepe?-le gritábamos mientras nos poníamos los Chores para bañarnos.
- Mírenlo ahí mismo,
creciendo y ya le están saliendo las plumas.
Pepe estaba emplumando
con lindos colores verdes y azules y se nos quedaba mirando
fijamente.
-¡Abuela! ¡Abuela!-
repetía el perico ya en sus primeras palabras en español. Yo pensaba que
hablaría en otro idioma algún día.
-¡Luisa! ¡Pan!
¡Pan!
Y mi pobre abuela corría
a darle un pedazo de pan porque si no ronroneaba y ronroneaba el nombre de
Abuela hasta que no recibiera su ración.
Todo marchaba bien
hasta que mi primo Cucho bajó de las montañas
y pernoctó por unos días en casa de abuela. Se llevaba a Pepe al patio trasero
y allí parece que le enseño un lenguaje nuevo a fuerza de sobornarlo con
pedazos de galletas.
A partir de entonces
cuando abuela recibía visitas Pepe se quedaba quieto un instante hasta
identificar el sexo del visitante:
-¡Puta! ¡Puta! Dame
gallleeeeta.
Y si era un hombre graznaba:
-¡Maricón!
¡Maricón!
Avergonzando a
abuela Luisa rápidamente. Esta decidio desprenderse del ave que ya era casi adulta y la liberó entre los árboles que
circundaban el Rio Guaso.
Pero por las
mañanas un sonido de garras en la
ventana anunciaba la presencia de Pepe el perico:
-¡Luisa, puta, pan
pa la cotorrita! ¡Pan para la cotorrita!
Y así obtenía lo
que buscaba. Mi abuela paciente decía que se le pasaría hasta que le llegara la
época de celo.
Y así mismo ocurrió.
Un día Pepe no fue más. Quizás emigró a zonas más amigables o encontró su media
naranja. No supimos si era macho o hembra.
DR ORLANDO VICENTE ALVAREZ
CUBANO URUGUAYO
GENIO
DR ORLANDO VICENTE ALVAREZ
CUBANO URUGUAYO
GENIO
No comments:
Post a Comment