Un 13 de Enero de 1854 fallecía Fructuoso Rivera en el humilde rancho de Bartolo Silva, a orillas del arroyo Conventos en Melo.
Después de un exilio, regresaba llamado por la Patria, que volvía a necesitar sus siempre generosos servicios, ahora para integrar un Triunvirato de Gobierno, con Juan Antonio Lavalleja y Venancio Flores.
Hijo de la familia más rica del Éxodo Oriental, murió casi sin recursos habiendo dispuesto su fortuna para ayudar a sostener la revolución oriental y el gobierno constitucional, como escribió en cierta oportunidad a Bernardina: "Vendé tal propiedad, que la guerra viene mal".
Sobre él escribió Daniel Pueyrredón: "Tenía todos las cualidades del caudillo. Pródigo hasta el extremo todo lo daba. Con razón se decía que él era un saco roto, pués nada le bastaba. Pedía a cuantos le rodeaban casi siempre para dar a otros; pero ni cobraba ni pagaba."
Los detractores de Rivera, basados en hechos aislados, durante mucho tiempo nos hicieron creer en una versión oscura y distorsionada de Rivera.
Pero justamente, cuando sale a la luz pública y se analiza el conjunto de TODA LA DOCUMENTACIÓN, se revela la extraordinaria inteligencia y el profundo valor patriótico de Fructuoso, para transformar situaciones críticas en oportunidades favorables a la Patria.
De la nada, nos fortaleció para el éxito de nuestra Independencia sabiendo "sacar partido de nuestra misma esclavitud para en tiempo oportuno darle al país su libertad" con recursos obtenidos del propio invasor portugués.
Ausente Artigas, Rivera hizo lo más inteligente que se podía hacer en ese momento para proteger a los paisanos, sus familias y a lo restante de las fuerzas orientales, "sabiendo gambetearle a los portugueses", como lo calificó Lavalleja tiempo después. Entretuvo y distrajo a los portugueses durante 2 meses a partir de la derrota de Tacuarembó, hasta reunir y organizar los 50 oficiales y 350 soldados que andaban dispersos.
Entonces, no teniendo más espacio geográfico de maniobra, con 12.000 portugueses ocupando nuestro suelo, y siendo inútil hacer matar a esos últimos 400 combatientes, logró un acuerdo de paz con ventajas decisivas para la futura reacción de la Independencia oriental.
Rivera, al rendirse en Tres Árboles, logró de los portugueses:
1- mantener los 400 gauchos restantes armados, equipados y reunidos en un solo cuerpo militar, a su orden directa.
2 - hacer respetar las concesiones de tierras dadas por Artigas, defendiendo a los orientales de la codicia de los oficiales portugueses que venían por tierras para si mismos. Manuel Artigas entre otros logró recuperar su campo.
3- a raíz de la confianza generada por la paz y luego del Congreso Cisplatino, fueron liberados Lavalleja y los oficiales orientales que se encontraban presos en Isla das Cobras.
4 - que los cargos públicos fueran ocupados por naturales de la Provincia. Incluso a los oficiales que quisieron tuvieron empleo y protección hasta mejor momento. Eso incluyó a Lavalleja y a Oribe, que volvieron en 1821 y también vistieron el uniforme portugués.
Se le acusa de la entrega de las Misiones. No fue así. Hubo una comunicación de Ponsomby a Lavalleja, de que era la condición única para asegurar la Paz y nuestra Independencia, y Lavalleja le dio la orden. Después,en 1851 cuando arreglaron los límites, Rivera no formaba parte del gobierno, que lo mantenía desterrado y detenido en Brasil.
Sobre crímenes practicados por algunas tolderías de indios, dio largas a órdenes de Lecor en 1823 y de Lavalleja en 1829, "no creo en las políticas de exterminio de los virreyes".
Ya Presidente, en 1831 comisionado específicamente por la Asamblea General, agotó las instancias de diálogo y paciencia con los insurrectos. Debió defender a los paisanos y sus familias de los saqueos, asesinatos y secuestros de un grupo de tolderías crueles, con la misma firmeza que actuó Artigas frente al mismo problema 30 años antes.
Rivera aplicó los mismos criterios con que aquél titulara en 1815 el célebre "Reglamento de la Provincia Oriental para el Fomento de la Campaña y la SEGURIDAD DE LOS HACENDADOS" y en la misma línea que había escrito el prócer en 1806 al gobernador Pascual Huidobro "librar de Indios malhechores y otros elementos ociosos que infestan nuestros Campos". No era admisible que unos pequeños grupos dispusieran de la vida de los demás.
Quien habla mal de Rivera con los indios es porque no leyó la patriótica y afectuosa carta de los guaraníes misioneros luego que Rivera tomara y gobernara las Misiones durante 8 meses.
En su comienzo dice: "V.E. quiso hacer revivir estos días venturosos: V.E. alcanzó a más, porque V.E. llamó la Provincia de Misiones al goce de todos sus derechos: le dio una representación en que fue reconocido el guaraní como el Señor del terreno que habita."
Esos miles de indios lo acompañaron en un nuevo éxodo hasta cruzar y establecerse a este lado del Cuareim.
Nadie mas artiguista que Rivera, que intentó reeditar la Liga Federal con Entre Ríos, Santa Fe, Corrientes, Misiones, Río Grande do Sul, Santa Catarina y Uruguay.
Sobre su notable carácter humano escribió José Enrique Rodó:
"Yo apenas si me detendré a señalaros, antes de concluir, dos fases de la figura de Rivera, dos manifestaciones de su múltiple gloria, que, entre todas, atrajeron siempre mi entusiasmo. Es la una el prestigio irresistible de su magnánima generosidad. No cae sobre la memoria del general Rivera una gota de sangre que no haya sido vertida en el campo abierto de la lucha. De todos los caudillos del Río de la Plata, contando lo mismo los que le precedieron que los que vinieron después de él, Rivera fue el más humano; quizá, en gran parte, porque fue el más inteligente. En lid con enemigos desalmados y bárbaros, nunca fue capaz de una represalia cruel. Aquel inmenso corazón belicoso era un inmenso corazón bondadoso. Había para él una satisfacción aún más alta que el goce de vencer, y era el goce de perdonar."
El Uruguay se debe aún una justa valoración de Fructuoso Rivera, quien actuó desde sus 22 años, desde antes de Las Piedras en la Revolución Oriental, y que sirvió a la Patria por más de 40 años asegurando en batallas o en su astucia política, la autonomía de la República, cuando ya no fue posible un proyecto mayor en las condiciones exigidas en las Instrucciones de 1813.
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