Elena y su marido tenían una bonita casa en las afueras de Boston, dos hijos y una buena vida. Aburrida vista desde fuera, tal vez, pero acomodada y aparentemente tranquila. Hasta que hace 11 años, el FBI irrumpió en su domicilio y la arrestó ante la atónita mirada de los pequeños, que no sabían que sus padres era espías
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