“El insomne sabe, a diferencia del crítico, que no es dueño de sus premisas. El insomnio no es un supuesto fabricado, no es un hábito del sujeto que se ejercita, ni una vacación provisional de la propia vida a favor de una atención pura, ni mucho menos una preocupación teórica para la revolución práctica. Al insomne se le impone un cuestionamiento de la existencia y sus ficciones que alcanza más hondo que cualquier deconstrucción meditabunda, subversiva o agresiva. Para el sujeto insomne se produce de manera no pretendida la evidencia de que todos los actos tanto de la vida ingenua como de la vida crítica son descendientes del privilegio de dormir, que permite a quienes lo tienen regresar una y otra vez a una mínima ilusión vital. El sueño cumple el deseo de alivio que tiene el hombre cansado mediante discretos hundimientos del mundo; es la pequeña moneda redentora del mal; su venida responde a la oración natural del cansancio. […] Una existencia semejante es una tortura en la que el torturador no se identifica y no hace sus preguntas con precisión. […] Como el insomnio no es una obra, ni redentora ni ilustrada, no puede nunca declararse concluido. El insomne no está clavado en la cruz de la realidad, sino que está encerrado en la gelatina de la semirrealidad. Hace la experiencia de que lo gelatinoso es más implacable que lo duro. Si nos estrellamos contra lo duro y hallamos en ello nuestro final, lo gelatinoso nos quebranta y nos reserva para continuaciones sin fin. El insomnio es la deconstrucción sin deconstructivista.
[…] Su desarraigo no se funda en una toma de distancia teórica respecto de la vida normal e ingenua; brota de la maldición de encontrarse a sí mismo como una anomalía realmente existente. Su reserva es cualquier cosa menos metódica; es demoníaca".
-Peter Sloterdijk
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