Durante su primer viaje a Estados Unidos con los Rolling Stones, Keith se volvió loco en las tiendas de discos, comprando una considerable cantidad de ellos en 1964. Richards acumuló varias decenas de vinilos los cuales permanecieron cerrados durante años, pues con las giras exhaustivas de los Stones no tenía tiempo de escucharlos. Fue hasta principios de 1967 que el guitarrista finalmente pudo tener tiempo libre para sentarse tranquilamente a escuchar sus compras de años atrás y descubrió, según sus palabras, “una impresionante colección de discos de Blues”.
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