Abran y La Sangre.
Continuación.
Fragmento de la Novela Los Dioses También Ríen.
Orlando Vicente Álvarez.
También Dios le
dijo a Abrahán que derramara la sangre de todos los animales que fuera a comer-
el cerdo estaba excluido, los israelitas lo tenían absolutamente prohibidos y
eso que nunca habían probado un buen jamón español- porque la sangre era la
vida y el hombre había sido creado semejante a Dios. Y ahí se formó el lio, no bastaba con
cortarle la cabeza a un pollo y verlo retorcerse o cortarle el cuello a una
cabra y verla gritar de dolor hasta morir - la sangre podía contener el parásito
de la filiaríais o de fascia hepático sino que los Testigo de Jehová tomaron
estos versículos al pie de la letra y prohibieron hasta la las transfusiones de
sangre sin tener compasión que Dios habita el cuerpo humano como un templo y no
tolera el suicidio.
Bastante
viéjitas y niños he visto morir por la falta de sangre y los Testigos más
atentos a un versículo que a sus propios cuerpos. Si vieran a un etíope
después de un mes sin jamar comiéndose
un chivo vivo berreando y todo o a una
tribu del Sudan que le pincha una vena del cuello a una vaca y recogen la
sangre que se expulsa a chorro en un cuenco- con un poquito de sal y todo- y
que luego lo pasan a toda la tribu para saciar la sed y el hambre. Y si vieran
a un argentino o uruguayo comer un churrasco frito ligeramente de lado a lado y
masticarlo chorreando sangre por los
labios- a los cubanos nos gusta un buen bistec bien frito así que estamos salvados- pues todos esos pecadores irían al infierno condenados a
atragantarse de sangre de pavo descompuesta hasta la eternidad.
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