El
inquisidor calla. Espera unos instantes la respuesta del preso. Aquel
silencio le turba. El preso le ha oído sin dejar de mirarle a los ojos,
con una mirada fija y dulce, decidido evidentemente a no contestar nada.
El anciano hubiera querido oír de sus labios una palabra, aunque
hubiera sido la más amarga, la más terrible. Y he aquí que el preso se
le acerca en silencio y besa sus labios exangües de nonagenario. El
anciano inquisidor se estremece, sus labios tiemblan, se dirige a la
puerta, le abre y dice: "Vete y no vuelvas nunca... Nunca!". Y le deja
salir a las nieblas de la ciudad. El preso se aleja.
Fiodor Dostoievski (fragmento del "El Gran Inquisidor" / Cap. 5 Libro 5 Parte 2 de "Los hermanos Karamazov"
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