EL FÚTBOL Y LOS SANTOS
Era un Anfiteatro
Romano descomunal donde cabía toda la
humanidad, situado en todo el Hemisferio Norte. Y se iba a producir un gran evento: un juego muy
especial.
Los jugadores eran
San Toribio, San Juan Bosco y San Jorge.
Los tres tenían que lanzarle penales al portero- existía una sola cancha- al portero San Maradona. El que anotara más
goles se convertiría en el Santo oficial del Futbol mundial.
Santa Fefa era la tesorera
con miles de maletas repletas de Euros y Dólares. El árbitro: el Ángel Gabriel
con sus dos alas podía soplar el silbato y exhibir tarjetas rojas o amarillas. Tenía
buena vista y volaba solo como lo hace
un Ángel.
El anfiteatro
estaba lleno y todos los países con sus
diferentes religiones estaban presentes. Salieron los tres Santos al césped.
Primero, San Juan
Bosco anoto un gol. El público elevo un grito de alegría que hizo despertar a
Dios de su siesta matinal. Después le tocó el turno a San Toribio y anotó, el
pueblo deliró, lo mismo que San Jorge. San Maradona no daba abasto con tantos
goles.
Al final quedaron
empatados los tres Santos. La vacante del Santo del Futbol quedó vacante.
Entonces intervino
el Diablo y grito:
-Como yo tengo mucho,
mucho, dinero voy a invertir en estos jugadores.
Santa Fefa hizo un ademan de asentimiento.
Pero un portavoz del pueblo- creo que era chino o coreano dijo:
-De eso nada Satanás.
Este deporte es la única religión en que
nos entendemos todos. No demonice el deporte como todo lo que haces: una
cagada.