FIN DE AÑO EN PUNTA DEL
ESTE. FINAL FELIZ.
Nos acercamos en el auto a la rambla de la
playa Mansa en Punta del Este. Los aparcamientos ya estaban ocupados de autos lujosos y otros más discretos.
Una multitud se había posesionado a lo largo de toda la vereda.
Algunas familias hasta habían traídos
mesas pequeñas con sus respectivas sillas
y comían el refrigerio y tomaban las
bebidas que traían en pequeños frigo bar.
Nos sentamos
sobre el césped detrás de una pequeña palmera. Eran ya como las 11 y a
las 12 lanzaban los fuegos artificiales, una tradición que inauró el Hotel Casino Conrad Hilton. Yo
trabajaba en Punta del Este cuando dicho hotel abrió. Eran en mis primeros dos
años en el Uruguay.
Ahora
una multitud se agolpaba a lo largo de la extensa vereda junto a la playa.
Había una brisa suave y fresca que permitía estar con ropa ligera.
Mi yerno, mi hija y mi princesa Juli nos
sentamos tranquilos. Ale abrió el pequeño frigo bar que traíamos. Extrajo
bolsas de papas fritas fritas, botellas de sidra, cervezas y una naranjada sin azúcar
para mí.
Juli estaba contenta y bailaba en el regazo
de su madre a punto de la excitación.
Me puse a observar al público alrededor. Vi
todo un gran grupo de chicas y chicos vestidos totalmente de blanco y le
pregunté a mi yerno:
-¿Esos son miembros de alguna secta
religiosa?
-No. Son brasucas o sea brasileños que quieren parecer tener “cache” de mucha plata.
- ¿Y aquellos vestidos a la moda con zapatos Nike y remeras Adidas?
-Esos
son “Grasas” de Maldonado que llegan en sus motos y pretenden ser de clase
superior.
- ¿Y las mujeres vestidas de blanco en batas transparentes?
-Son “Argentas” turistas que quieren
diferenciarse de los Uruguayos, los cuales visten de negro cerrado para
diferenciarse de los argentinos.
-¿Y los millonarios dónde están?
-En los balcones de esos edificios lujosos- Yo
miré y observé que todos los edificios estaban iluminados y varias personas
miraban el panorama a sus pies, también esperando a que dieran las doce y el cielo se iluminara
de fuego de colores.
De repente fue media noche. Unas explosiones
de fuegos artificiales llenó el aire. El mar reflejaba los múltiples colores.
Era un bello espectáculo.
La gente, sin distinción de barreras
sociales, empezó a abrazarse y besarse entre sí, desconocidos con desconocidos, una
inmensa felicidad nos unió a todos.
Por unos instantes esto me hizo recordar unos
de los versos finales de la canción del Grupo de Rock “Led Zeppelin” “Stairway
to Heaven”
“When all are one and one is all”
-“Cuando todos son uno y uno
es todo”-
Yo cargué a mi nieta en mis brazos, la apreté
entre mis brazos y comencé a llorar de emoción.
Por todo el pueblo que ahora era uno solo.
Por mi pequeña familia. Y por los que había dejado en Cuba.
Abrasé a un cubano-su acento lo delataba-Él
dijo:
-Si hubiera sabido antes que en Uruguay eran así
me hubiera venido hace rato.
Yo quise decirle que las cosas no eran tan
sencillas, pero me abstuve. Era tanto el regocijo en todo en toda la multitud.
No era tiempo de hablar del asunto de un emigrante, lejos de su querida isla.
Orlando
Vicente Álvarez. Fin de año de 2018
No comments:
Post a Comment