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Tuesday, June 28, 2022

ORWELL Y EL CINE…

ORWELL Y EL CINE…No parece que a Eric Blair le interesara mucho el cine. Lo poco que al respecto cuentan sus biógrafos abundan en esta apreciación. Jeffrey Meyers cita como “la sólida advertencia de Orwell contra el aislacionismo y el pacifismo en la última frase de su libro sobre España (1938) (todos estamos “durmiendo el sueño profundo, profundo sueño de Inglaterra del que a veces temo que no despertaremos hasta que nos arranque de él el estruendo de las bombas”), quedó resumida con eficacia por Humphrey Bogart en Casablanca (1942)…En diciembre de 1941, justo antes del ataque japonés a Pearl Harbour, Bogart anuncia que Estados Unidos debe de estar alerta y preparado para la guerra: “Apuesto a que en Nueva York están dormidos. Apostaría que duermen en todo Estados Unidos” (2002; 373. Valdría la pena decir que esta afinidad entre Orwell y Michael Curtiz, el realizador de Casablanca, se romperá en su película siguiente: Misión to Moscow, una de las mayores apologías del estalinismo jamás realizada fuera de la URSS y una gloriosa muestra sobre como uno de los hombres de Rooselvelt se mostró dispuesto a justificar lo que fuese con tal de avalar un pacto militar contra el Eje, sobre todo después de que la batalla de Stalingrado, que marcara un antes y un después en la guerra.
Orwell apenas sí dejó escritos algún comentario sobre cine. El que realizó sobre otra película de Bogart, El último refugio (High Sierra, USA, 1941), realizada con mano maestra por Raoul Walhs, demuestra que el cine no era lo suyo. Acababa de ver uno de los clásicos mayores del “cine negro”, pero él vio un filme que “representaba la esencia del sadismo, el culto a los matones y el juego de pistolas, combinado de modo repugnante con el sentimentalismo”. Sí apreció y mucho El gran dictador (The Great dictator, USA, 1940), y quedó muy impresionado por el talento de Chaplin para presentar ideas serias a través de una comedia bufa. Elogió “las gloriosas escenas de lucha contra las tropas de asalto que no son menos conmovedoras, y quizá lo sean más, porque la tragedia de los hogares judíos destruidos se mezcla con la payasada”, y sobre todo el que consideraba su momento cumbre, aquel en que el barbero “en lugar de pronunciar el discurso que se espera de él (...) da uno a favor de la democracia, la tolerancia y la decencia (...) uno de los fragmentos propagandísticos más sólidos que he escuchado en mucho tiempo”(Idem). Y aunque muestra algunas reservas, valora la capacidad de Chaplin “para representar una suerte de esencia concentrada del hombre común y la creencia inamovible en la decencia que existe en los corazones de la gente normal”. En una ocasión coincidió con Joseph Cotten quien debió tener un mal momento porque Orwell lo consideró un impresentable.
Tampoco tuvo ocasión de saber nada de la relación de su obra con el cinematógrafo, y por lo tanto es ajeno a su asimilación como material privilegiado para los imperativos del “american way life” gracias al viejo método de torcer el bastón en una única dirección: la que apuntaba contra la Rusia de Stalin una vez pasada la luna de miel aliada de la última guerra. Estaba su cadáver todavía caliente cuando uno de los expertos de la CÍA en la guerra política y psicológica, Howard Hunt, envió un emisario a Inglaterra para que hablasen con la viuda, y no precisamente para consolarla, sino para persuadirla para que firmase el contrato de cesión de los derechos de Animal Farm, a lo que esta accedió no sin antes conseguir la promesa de organizarían un encuentro con Clark Gable…

 

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